sábado, 26 de septiembre de 2020

Lifschitz busca socios a nivel nacional para reagrupar al progresismo en 2021.

Desde diciembre, el ex gobernador dosifica sus intervenciones públicas, pero mantiene reuniones periódicas con dirigentes políticos y sociales.


Mientras mantiene el estricto bajo perfil en la provincia, Miguel Lifschitz empieza a mirar el escenario político nacional y se entusiasma con una alternativa progresista en 2021 y 2023.

Luego del recambio de autoridades, en diciembre, el presidente de la Cámara de Diputados de la provincia se corrió de la política cotidiana santafesina. Compensa ese silencio con una nutrida agenda de reuniones, no sólo con dirigentes políticos santafesinos sino también de la sociedad civil. La peste obligó a suspender los recorridos por el territorio, pero los encuentros se trasladaron a la plataforma Zoom.

Aunque cerca suyo aseguraron a este diario que “Miguel está absolutamente enfocado en la provincia”, el último lunes el antecesor de Omar Perotti participó de un panel sugestivamente llamado “Desafíos y oportunidades en pos-pandemia, una agenda para salir de la grieta”, y en el que también dieron el presente la ex intendenta Mónica Fein, la presidenta del partido GEN, Margarita Stolbizer, y el titular de Libres del Sur, Humberto Tumini.

Como recordó Lifschitz en su primera intervención, el evento reunió a viejos compañeros de ruta del carril centro-izquierdo de la política argentina, que tuvo como parada importante la candidatura presidencial de Hermes Binner en 2011. De hecho, el GEN y Libres del Sur son socios del PS en el Frente Progresista santafesino.

En la charla, Lifschitz pintó un panorama desolador de la situación del país. “En la Argentina venimos de fracaso en fracaso en los últimos treinta años, con gobiernos de distinto signo político —cuestionó el ex senador provincial—. Más allá de asistir a sectores golpeados las políticas del gobierno no representan un nuevo paradigma, no hay propuestas de desarrollo más allá de incentivar el consumo como única estrategia de reactivación económica”.

En este marco, Lifschitz cree que la estrategia de profundización de la grieta por parte del gobierno y la oposición abre un desafío al espacio progresista.

En su opinión, la propuesta debería apuntar particularmente a quienes votaron al macrismo y al Frente de Todos y hoy están desencantados. “Ese espacio existe y está vacante. Tal vez hoy nos falte un liderazgo como el de Hermes, pero si de aquí al año que viene le damos continuidad no sólo a estos espacios de debate sino al trabajo político, es probable que lleguemos al escenario electoral en mejores condiciones que las que tenemos hoy”, confió. Y remarcó: “Podemos mostrar el resultado de políticas progresistas, por ejemplo en salud, en Rosario y Santa Fe”.

En el horizonte, aparecen al menos dos problemas. Por un lado, la consolidación, más allá de sus tensiones internas, del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio taponan la aparición de un tercer espacio potente. Por el otro, la de 2021 no es una elección nacional: serán 24 comicios provinciales, en los que cada partido empleará tácticas diferentes según el distrito. Por ejemplo, lo que se haga en Mendoza, donde el PS integra una alianza con la UCR y el PRO, difícilmente se replique en Santa Fe.

En este sentido, Stolbizer, quien estuvo orbitando cerca del ala dialoguista de Juntos por el Cambio, reconoció ambos obstáculos e inyectó a la conversación dosis de escepticismo. “La grieta ha resultado un negocio para quienes la protagonizan”, fustigó.

Tregua con Javkin

Lo cierto es que las incursiones de Lifschitz en la política nacional han generado ruido en otros momentos en el socialismo.

Por caso, la alianza con Roberto Lavagna y, sobre todo, la nominación del conservador Juan Manual Urtubey como vicepresidente, cocinada la semana siguiente a la derrota del Frente Progresista en las elecciones del año pasado a gobernador, generó malestar en las bases del partido. De hecho, antes de las Paso hizo su presentación la corriente Bases, liderada por el entonces diputado provincial Eduardo Di Pollina y en ese momento ministra de Educación Claudia Balagué, que llamó abiertamente a votar por la dupla Fernández-Fernández.

Desde entonces, y más desde el avance del Covid-19 la tensión dentro del PS se ha atenuado.

Para Lifschiz, los principales dardos han venido desde el gobierno provincial, que quiere construirlo como el líder de la oposición y, a la vez, erosionarlo todo lo que sea posible en el camino hacia 2023. También desde la UCR, desde donde le piden que entierre el Frente Progresista y abrace la idea de un gran frente que aglutine a todo el no peronismo.

Incluso Pablo Javkin, en la larga previa a la sanción de la polémica ley de necesidad pública, planteó en su momento que la intransigencia del presidente de la Cámara baja era “incomprensible, inexplicable e inaceptable” y sostuvo que Lifschitz no era “el líder excluyente del Frente Progresista”.

Ante cada uno de estos frentes de tormenta que han aparecido en su radar, Lifschitz ha elegido sobrevolarlos. Cerca suyo leen que la administración Perotti está aturdida en el combate a problemas complejos, como la pandemia, la recesión, la inseguridad, hasta las quemas en las islas, y que el tiempo juega a su favor. Meterse en el barro de la política puede ser fatal: en medio de la peor crisis del último siglo, la opinión pública sanciona a quienes en este marco caranchean capital político.

Sin confirmar si será candidato a senador el año que viene, desde su entorno le hacen un guiño al intendente rosarino. “En las últimas semanas Pablo se desmarcó del frente de frentes que impulsa el radicalismo. Eso lo acerca mucho a lo que planteamos nosotros, no hay duda de que el futuro nos va a encontrar en el mismo barco”, se entusiasmaron.



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